
Sentada ahí hacía recordar alguna fotografía de aquellas europeas, en una mesita metálica a las afueras de aquel cafecito que tanto le gustaba. Hoy volvía sola a cumplir con el ritual de las tarde de martes después del trabajo, mientras se preguntaba dónde se encontraría aquel medio corazón que le faltaba.
Respiró profundamente mientras sacaba del bolso el lápiz color rosa que tanto le gustaba. Recordó haberle comentado alguna vez que esa era su marca preferida, y que los tenía en azul, rojo y también verde. Una de las servilletas que se hallaban en la mesa le seriviría como papel, no bastaba más que aquella pieza para escribir la corta historia que debía escribir, y tampoco valía más la pena una hoja de papel como en el que le había escrito alguna otra vez.
Pensó por un momento cómo empezar, qué parte de su memoria eliminar primero y decidió empezar con algunos besos a escondidas, frente a la playa, con su mano en su rodilla. Luego escribió acerca de la primera vez que hicieron el amor, aquel gesto desesperado que fue, cerrando la puerta y dirigiéndose directamente a aquella cama, que tantas otras habían conocido. Ahora que revive aquellos momentos se lamenta de no haber seguido en sus brazos hasta que alguno de los dos desfalleciera, ya fuese de hambre o de cansancio. Se preguntó por qué no había utilizado aquella tina para enredarse entre sus piernas mientras le lavaba el cabello que tanto le gustaba acariciar, y oler. "No hay vuelta atrás", se dijo. Y mientras seguía escribiendo, su mente se liberaba de las memorias que la atormentaban, como un gran juego simple de olvidar. Sentirlo desayunar, en un gran bol de cereales con leche mientras se hacía la dormida, para poder disfrutar de aquel momento casi a escondidas. Preparar la comida, y hacer el amor en cualquier rincón de la casa, como si sus huellas se grabaran en él, la cocina, el baño, el sillón, la cama, la alfombra... Dormir abrazados, piel con piel, en el mayor descanso que había podido tener hasta el momento durmiendo con alguien, horas de abrazos, horas de palabras que se diluyen mientras la tinta va escribiendo en la memoria-servilleta.
Respiró profundamente mientras sacaba del bolso el lápiz color rosa que tanto le gustaba. Recordó haberle comentado alguna vez que esa era su marca preferida, y que los tenía en azul, rojo y también verde. Una de las servilletas que se hallaban en la mesa le seriviría como papel, no bastaba más que aquella pieza para escribir la corta historia que debía escribir, y tampoco valía más la pena una hoja de papel como en el que le había escrito alguna otra vez.
Pensó por un momento cómo empezar, qué parte de su memoria eliminar primero y decidió empezar con algunos besos a escondidas, frente a la playa, con su mano en su rodilla. Luego escribió acerca de la primera vez que hicieron el amor, aquel gesto desesperado que fue, cerrando la puerta y dirigiéndose directamente a aquella cama, que tantas otras habían conocido. Ahora que revive aquellos momentos se lamenta de no haber seguido en sus brazos hasta que alguno de los dos desfalleciera, ya fuese de hambre o de cansancio. Se preguntó por qué no había utilizado aquella tina para enredarse entre sus piernas mientras le lavaba el cabello que tanto le gustaba acariciar, y oler. "No hay vuelta atrás", se dijo. Y mientras seguía escribiendo, su mente se liberaba de las memorias que la atormentaban, como un gran juego simple de olvidar. Sentirlo desayunar, en un gran bol de cereales con leche mientras se hacía la dormida, para poder disfrutar de aquel momento casi a escondidas. Preparar la comida, y hacer el amor en cualquier rincón de la casa, como si sus huellas se grabaran en él, la cocina, el baño, el sillón, la cama, la alfombra... Dormir abrazados, piel con piel, en el mayor descanso que había podido tener hasta el momento durmiendo con alguien, horas de abrazos, horas de palabras que se diluyen mientras la tinta va escribiendo en la memoria-servilleta.
No le costó mucho escribir acerca de helados, playa, paseos, autos, pizzas, monedas, locales de mala muerte y ensayos. Una vez finalizada la historia, la servilleta hacía brotar de ella colores rosa por doquier y su mente sonreía al sentirse liberada de las experiencias vividas. Ahora solo quedaba en ella el nombre de aquel que le había robado el aliento. Fue lo último que anotó, como firma de autoría.
Luego de terminar su café, cortado grande, se secó los labios con la servilleta rosa, dejó el monto correspondiente y se alejó, con aquella sonrisa que tanto le gustaba...
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