jueves, diciembre 11, 2008

El DeCiR y El HaCeR


¿Te acuerdas cuántas veces nos hemos dicho que las palabras pesan menos que el silencio? Que aquellas prostituidas palabras que salen de los labios apasionados caen y mueren apenas toman contacto con el exterior, cual lluvia en la ventana se desploman sobre el vidrio, y no encuentran mejor salida que deslizarse, para juntarse en el marco de la memoria esperando que el calor sea el adecuado para desaparecer y volver a su ciclo de creación, corta existencia y muerte, dejando en cada lugar solo una manchita diminuta que recuerda que por aquí pasó, y ya no está.


¿Recuerdas cuantas palabras recuerdas de aquellas que oiste? Te aseguro que sabiendo lo poco que pesan, han creado un gran bulto en tu memoria, como hacer un nudito en un hilo cada vez que te agrada lo que escuchas, hasta que se vuelve insoportablemente dulce y exquisito. Y como obsesión máxima, atesoras cada una de ellas, las escribes con letra manuscrita en un papelito y la guardas en la cajita especial, la que afuera tiene de etiqueta su nombre, el que ahora te destroza con solo recordarlo.


Con todas las cajitas que hemos acumulado, una sobre otra, y en estricto orden temporal podríamos pensar que algo hemos aprehendido... que algo de aquello nos sirve para dudar, para dejarlas rodar simplemente sin que provoquen ningún efecto en nuestros oidos. Pero igualmente se pegan a cada lado de nuestro rostro, en lo brazos y en las piernas, dentro del ombligo y hasta en cada rincón de la nariz, creando cada vez improntas desconocidas hasta aquel momento.


Y siempre vuelves a lo mismo, a tu autoconvencimiento no convencido y no creible: HABLAR ES FÁCIL, SOCIO... El hacer destroza con un solo movimiento todas aquellas palabritas, con cajita incluida, con etiqueta y esperanzas.

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