Lo ví de lejos, lo vi alejarse con sus falsas alas de colores, simulando ser un ángel extasiado y pleno. Fue solo un momento, me miró y logró hacer una seña. Quizás no era para mí, quizás solo fue el movimiento de su mano chocando con el aire frío de aquel medio día de invierno.
Subió cual globo de fiesta, descarriado bailando con los hilos dorados que traspasaban las nubes. Luego bajó, bajó, bajó hasta abrazar al mar y fundirse con él como se fundía antes su piel con la mía.
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